jueves, 28 de junio de 2007

Noelia

Yo soy candela soy una llamara
que cuando siento el ritmo
mi cuerpo quiere ma-a- as



Noelia es una cantante que por ahí de algunos años nos enfadó con su éxito: Candela, cuya letra sirve como epígrafe de este post.
Al parecer hace tiempo ya había salido otro video de ella (y cuando digo video no me estoy refiriendo a los que salen en Video Rola, Ritmo Son, Htv o esos canales de videos que ustedes suelen ver) así que este reciente material no tiene nada de novedoso, además la vieja no esta muy buena, así que les recomiendo que NO SE LO BAJEN
(NO le vayan a picar el link para NO bajarse el video)

Según eso el guey que protagoniza este film es su ex novio, un tal Jorge Reynoso, y para quienes crecimos viendo las películas de los hermanos Almada, luego luego viene a la mente la figura del hijo de David Reynoso.



También dicen por ahí que fue el propio padrasto de Noelia quien liberó el video para hacerle promoción a su hijastra.

El video NO está en formato mp4 para que lo NO puedas cargar a tu reproductor de mp3s Tipo Aipo, y NO lo veas con Quick Time.

Yo la verdad sigo esperando que salga el de Pilar Montenegro, Paty Manterola o cualquier ex integrante de Garibaldi.


.

lunes, 25 de junio de 2007

Cambio de Administración

-El otro día en la oficina nos llamaron con el jefe para una reunión muy importante. Lo que ya todos sabíamos, con el cambio de administración a la mayoría de nosotros nos iban a correr.

-Pero eso ya todos la maliciaban ¿Qué no? Aunque no por eso deja de sentirse como una patada en el culo. El trabajo apesta, bien dicen que es tan desagradable que hasta te pagan por hacerlo

-Yo realicé mis actividades como cualquier otro día, ya sabes, platicar en el Messenger, porno (Kristina Blond), visitar blogs y la tradicional partida de fin de semana de Half-Life Deathmach. Les estaba pegando en su madre a los del quinto piso cuando a mi cubículo llegó Manuel ¿si lo conoces?

-Sí, simón.

-La mano derecha del Inge, venía a invítame para que los acompañara a una comida en uno de esos restaurantes campestres que están en las afueras de la ciudad, El Palomo, o la Canela, no me acuerdo cómo se llama el lugar.

-¿Y que pedo?

-Pues agüevo que acepté. Después de la noticia que nos habían dado pensé que era una especie de voto de confianza para que no me corrieran, o cuando menos acomodarme con el jefe donde le dieran un hueso para roer.

-Pues sí, ya otras veces te habían invitado con ellos, si me acuerdo. Pero ¿Qué onda? ¿Quiénes se van, o quienes se quedan?

-No guey, no sé. Siempre que he salido con el Inge voy callado todo el camino. Pues, ¿Qué chingados les platico? La verdad no supe por que razón era la comida, asuntos de poder seguramente, compra de favores o algo así por el estilo, lo usual, ya te imaginarás. Yo no conocía a nadie más que a Manuel y al Inge. Todas las demás personas parecían narcos; sombrerudos, con acento sinaloense y con una cara de rancheros que no podían con ella, pero pisteando botellas de las más caras, eso sí. Además, el restaurant estaba reservado solo para nosotros.

-Ahh… ¿Te caí?

-Afuera había puros carros chingones, Hummers, BMW y puros de esos.

-No, pues entonces yo creo que si eran narcos, pero qué ¿Estaban arreglando algún negocio con el Inge? ¿o qué?

-No creas, no sé. Nadie habló de negocios, ni de la oficina ni nada de eso. Estaba todo bien raro.

-¿Entonces de qué platicaban?

-Pues de pura peda, que si te los estas sirviendo bien bajitos y que tómale no te hagas pendejo y que esto y que lo otro y ¡salud!

-Pues, salud.

-Hasta eso que estuvo rico, porque yo pedí una arrachera con ensalada ( 150) y una Negra Modelo que no dejo de vaciarse hasta que me empancé y comencé a pegarle al Whisky.

-De cual.

-Buchanans.

-Al Inge no le gusta el Whisky. Ahora que acaba de pasar su cumpleaños le regalé una botella de Chivas y después Sandra (su secretaria) me dijo que mejor le hubiera dado una de Tequila, ya vez la gente de rancho pues.

-Pues sí, de hecho ellos pidieron una botella de Tequila (que terminó en tres) pero yo mejor le di a la de Whisky (Que se convirtió en dos).

-No mames, te querían poner pedo.

-Al principio me estaba aburriendo como cuico de banco, pero fui a recorrer el restaurant y se me antojó darme un toquesin en los columpios de uno de los muchos jardines que había por dondequiera. Al menos así, toda esa palabrería sin sentido me iba a resultar menos absurda, o me iba a valer madre aunque sea. Además la música era insoportable, un mariachi y un norteño que no se callaban en todo el rato, tocaban en cada una de las cabeceras de la mesa. Cuando terminaba uno de un lado, luego luego empezaba el otro del otro, sin parar mas que para complacernos con cualquier canción que se nos imaginara, por más ridícula que fuera.

-Simón, al mariachi le pedían que tocara “Pacas de a Kilo” y al norteño, no sé, “La Bikina”

-Ándale, ondas de esas. Salud.

-Salud.

-Y en salud nos la pasamos todo el tiempo y el Inge y Manuel seguían chingando que llevaba toda la tarde con el mismo trago y que no fuera joto y le bebiera y así no la pasamos. El alcohol no paraba de fluir y las pláticas eran confusas, todos estaban muy pedos y las voces se mezclaban en un remolino. Hasta me estoy mareando nomás de acordarme.

-Dale otro trago para que se te pase.

-Para ese entonces yo ya estaba más que pedo (pacheco también) y comencé a meterme poco a poco en las conversaciones. No se bien en qué punto la plática comenzó a volverse filosófica…

-En el punto pedo.

-Ya ves que casi todas las canciones rancheras hablan de que la vida no vale madre y que cuando alguien se muere, siempre quiere que lo entierren con el grupo norteño tocando y solo se va a llevar un puñado de zacate y puras de esas; y entonces quién sabe cómo fue que me puse a platicar sobre la vida después de la muerte y les expliqué mi teoría de la Tortillera Filosofa.

-No hay más allá.

-Y que si tenemos que hacer algo con nuestras vidas, el momento es ahora y no hay por qué esperar después de que te mueras para llegar a un paraíso que nomás no existe.

-La verdad yo no tengo ni idea de que hay después de la muerte, yo sí creo en el cielo y el infierno, pero no conozco a nadie que haya vivido para contarla.

-Pues quién sabe por qué, nadie me contradecía, y ya ves que el Inge es del partido de los mochilones. Al contrario, hasta me decían que era muy válida mi manera de pensar y les gustaría estar tan convencidos acerca de la vida como yo.

-O sea que les aplicaste la aburridora. Siempre platicas lo mismo, cabrón.

-Quién sabe cuanto tiempo estuve hable y hable, y cuando ya no tenía nada que decir, ya se habían acabado las botellas. El Inge estaba cayéndose de pedo, y Manuel también, y yo, todos pues. El problema era que Manuel iba a manejar de regreso y en el estado en el que andaba era probable que estuviéramos a punto de comprobar si mi teoría sobre la vida y la muerte era cierta. Además, el guey que pagó la cuenta (más de 15,000) vivía cerca de mi casa y se ofreció llevarme.

-Ya viste? Ese viejito hace hablar a su piano.

-Hazme caso guey, deja te sigo contando. Las luces de los carros que nos traían los valet parking´s brillaban bien cabrón en la oscuridad de la noche del estacionamiento. Yo me iba a regresar en una Hummer, pero el Inge, tambaleándose, llegó conmigo y me abrazó por el hombro, “tutevasconnosotros” me dijo, apenas podía hablar. Pero ellos me iban a dejar bien cerquita de mi casa y el Inge no dejaba de jalarme con él. Mientras trataba de explicarle todo esto, mi ride se enfadó de esperar y se largó. Sin soltarme, el Inge me llevó a la camioneta y me dio un abrazo muy apretado, de esos de pedo ya sabes. Ya estuvo que no me corren de la chamba, pensé, pero en eso, que pone su jeta enfrentito de la mía y se me quedaba viendo fijamente.

-¡Ahhhh!¡NO MAMES!

-Era una mirada extraña, así, opacada por el alcohol, no tenía brillo en los ojos y se me acercaba un chingo, pero en el último momento se desvió rosando sus cachetotes con los míos. “Ya Inge, ya vámonos”, gritó Manuel con la camioneta encendida. De regreso a Guadalajara, el Inge no dejaba de abrazarme, desvanecido sobre mi hombro, me acariciaba la piel por debajo de la playera. Al principio yo no hacía nada, estaba paralizado, sacadísimo de onda, sin saber que hacer, no sé, me sentía como una mujer acosada por su jefe, me cae que ya sé lo que sienten las pinches viejas. Pero me puse a pensar en que yo no soy la puta de nadie y entonces le quité la mano. Él, ni en cuenta. Seguía perdido en una tremenda borrachera. No dije ni una sola palabra en el resto del camino, bueno, solo para pedirle a Manuel que me regalara un trago del culo de Whisky que quedaba en una botella que se trajo entre la chamarra.

-Y que ¿te van a correr?

-Camarera, otra botella de Whisky por favor.



Leete ésta y otras historias más chingonas en el Fanzine Valiant 76 dónde además de su servilleta, participan reconocidas figuras de la blogosfera como Alfonso Morcillo, Jay Dleon y Juan Beatnick y aprovecha para enterarte por qué Linsday Lohan es taaan puta y drogadicta.

APRESURATE A BAJARLO picándole la cola a la Branda Esparza, (pero abusado y no le vayas a picar en la cicatriz de la cesarea)

Está en pedeefe

lunes, 18 de junio de 2007

dia del padre

En aquel entonces veinte pesos equivaldrían a doscientos de los de ahorita, dos mil de mañana y veinte nuevos pesos de pasado mañana.

Mi mamá limpiaba la casa y sacudía el sillón del pequeño departamento de interés social en el que vivíamos, ese sofá donde pasaba tantas horas brincando y contorsionándome de varias formas, como sólo un niño sabe hacer mientras veía las caricaturas de Mazinger Z, Los Pitufos, Voltron y los Thundercats. Mi mamá a veces encontraba algunos pesos y tostones que se les salían de los bolsillos y me regalaba para comprar dulces, bolis o paletas de hielo. “¿Entonces me vas a dar todo el dinero que salga del sofá?” le pregunté y mi mamá contestó que sí. Sería dinero que me pertenecería solamente a mí y no tendría que compartir con mis hermanos.

Esperaba con ansias que llegara el día de la limpieza del sofá. A veces salía más, a veces menos, pero siempre era un extra del dinero que ocasionalmente me daban para gastar. El problema era que el sofá no se limpiaba muy seguido, al menos eso me parecía para un niño de 7 años cuando los días duran más de 24 horas y el tiempo pasaba sin la prisa y el vértigo de la edad adulta.

Cuando salía de la primaria me gustaba acompañar a mis amigos a la esquina de la escuela, aunque estuviera contraria al rumbo de mi casa. Todos vivían para otro lado pero no me importaba mucho que tuviera que darle toda la vuelta a la cuadra para seguir cotorreando un ratito más después de clases, a pesar de que entonces el mundo era un lugar enorme y el camino a casa me pareciera demasiado largo. Además, servía que pasaba por un puesto de revista donde me detenía largo rato a ver las portadas de los cuentos que publicaba la editorial Novaro. El que más me gustaba era el Hombre-araña, pero también estaban los del que en aquel entonces se llamaba Diabólico y que ahora, olvidándose de cualquier traducción, nombran Daredevil, Los Vengadores (The Avengers), los 4 Fantásticos, los X-men (cuando todavía no salía “Glotón” a.k.a. Wolverine) y los ya clásicos de La Pequeña Lulú, Periquita, Tom y Jerry y Archie, pero esos casi no me gustaban porque pensaba que eran para niños chiquitos o para niñas; los que a mí me gustaban era los de superhéroes.

Mirando todas esas portadas, me imaginaba las aventuras por las que pasaban y como el Hombre-araña se columpiaba entre los edificios de Nueva York y pensaba que era imposible que visitara nuestra ciudad porque no había edificios altos, y seguramente se electrocutaría con las marañas de cables que bordean las calles.

Pero hubo un comic que realmente cautivó mi atención, era un número especial que venía en una bolsa de plástico sellada y en su portada se veía a Hulk luchando contra La Mole, destruyendo edificios, mientras Reed Richards y La Antorcha intentaban detenerlos, y la mujer Invisible y otra chica observaban asustadas en un departamento la pelea de los titanes. Su tamaño era más grande que el de los cuentos regulares. Debía ser mío. Le pregunté al voceador por su precio y me dijo una cantidad que no recuerdo pero que era muy difícil conseguir para mí.

No sé cual era la condición social de mis papás en aquella época y no me importaba en lo absoluto, para lo único que servía el dinero era para comprar un refresco en bolsita o un frutsi congelado, ya que todavía no me daban dinero para gastar como mesada o domingo o algo de eso. Si quería algo, entonces le pedía el valor justo a mi mamá y si ella podía, me lo daba, pero no tenía la oportunidad de ahorrar para comprar algún juguete o cualquier cosa que costara más que una bolsa de churrumais. Así que regresé a mi casa imaginando la pelea entre el hombre verde y la cosa de piedras anaranjadas. Me llegué a obsesionar con el cuentito (cuentote, por el tamaño y precio), era la pelea final y por fin quedaría resuelta al menos una de esas preguntas que me hacía en mi febril imaginación ¿Quién gana, el Hombre-araña o Batman? ¿Superman o Thor Martillo? ¿Hulk o la Mole?

Llegando a casa, le platiqué lo anterior a mi mamá, pero ella no quiso darme más del pesito que le acostumbraba a pedir, argumentando todas esas cosas que las mamás dicen cuando no quieren darle dinero a sus hijos, qué para qué lo quieres y que ya tienes muchos cuentos (como si el tener muchos comics bastara para no tener más), y cosas por el estilo. A pesar de mi berrinche y de mis profundas y lastimeras lágrimas, no conseguí chantajear a mi mamá. Así que pensé en buscar dinero en el sofá, era mi derecho y cualquier tesoro que descubriera entre sus cojines sería mío y lo gastaría como mejor me viniera en gana. Pero solo pude encontrar centavos, esos malditos centavos que solo ajustaban para ollitas con tamarindo o una pobre chupaleta.

Toda la tarde estuve pensando en cómo conseguir aquel cuento; huiría de casa y mis padres arrepentidos por lo mal que me trataban me compensarían comprándome lo que quisiera, o tal vez me pondría a lavar carros y así juntar algo de dinero, pero no, entonces no tendría tiempo para jugar a las Guerras de las Galaxias con mis amigos, además que odiaba lavar los carros. La solución estaba en el sofá, así que, sin que mamá me viera, fui a su cuarto y tomé su bolso. Pensaba agarrar solo lo que costaba el cuento y esconderlo en el sofá y una vez que mi mamá hiciera la limpieza, sería ella misma quien me lo daría de sus propias manos sin que pudiera hacer nada al respecto. Pero no había cambió en su monedero, solo estaba un gran billete azul con la cara de Benito Juárez; no digo que el billete era grande con la perspectiva de aquellos años, en realidad eran más grandes que los billetes que circulan ahora. Con más emoción que remordimiento, oculté el billete en el mueble, en lo más profundo de sus entrañas, en un lugar donde mis hermanos ni nadie fueran capaces de localizarlo y entonces me senté encima de ese lugar custodiando mi tesoro y me puse a ver las caricaturas.

Pasaron algunos días, muchos a mi parecer, y siempre me sentaba en el mismo lugar, quitando por la fuerza a mis hermanos cuando ellos lo ocupaban (privilegios de hermano mayor), y metiendo de vez en cuando la mano para poder tocar su papel, sacándolo para observarlo cuando estaba solo en la casa, esperando impacientemente el día en que mi mamá hiciera la limpieza para que me diera mi dinero. Pero ese día no llegaba. Yo insistía a mi madre que el sillón estaba muy sucio y que cuándo lo iba a limpiar, pero ella no me hacía mucho caso en mi ignorancia de que un sofá no es cosa que se limpie todos los días.

No recuerdo que mi mamá haya comentado nada sobre el billete faltante, tal vez sí lo hizo, pero yo fingí demencia de manera tan efectiva que aun ahora soy incapaz de recordar si hubo alguna repercusión por la desaparición del dinero, bueno, hasta el día en que no pude soportar más y tomé el billete y fui a gastármelo en cuentos.

Compré el especial de Hulk contra La Mole, el del Hombre Araña (cuando matan al papá de Gwen Stacy) y todos los que había de superhéroes, hasta compré uno de la Pequeña Lulu para regalárselo a mi madre, según yo lavando con eso mi culpa. Le diría que me encontré el dinero tirado en la calle y tendría la coartada perfecta. Todavía me sobraron muchas monedas que sonaban en mis bolsillos cuando caminaba al parque para sentarme bajo un árbol a leer mi dotación de revistas.

No recuerdo mucho de la historia de Hulk vs La Mole, sólo recuerdo que en las últimas páginas, Hulk le da un poderoso chingadazo en el hombro de La Mole destruyéndole una de las rocas que forman parte de su cuerpo, la última que le llegaba en las caricaturas y que según yo era su punto débil, aunque claro que en las caricaturas La Mole era capaz de convertirse en humano a voluntad con ayuda de dos anillos, pero en las historietas estaba atrapado en esa espantosa forma y a veces se quejaba de su condición. La mole terminó en el piso, moribundo cambiando a su forma humana, mientras Reed Richards lo sostenía con sus elásticos brazos y Bruce Banner huía arrepentido por lo que su alter ego había hecho.

Contentísimo y sin poder sostener las revistas bajo mi brazo fui a la cuadra con mis amigos a presumirles mi adquisiciones pero ninguno me hizo mucha alharaca, hojearon brevemente los comics para seguir con la cascarita de fútbol en la terracería en la que se había convertido un jardín que se encontraba entre los edificios, y yo corría con la mano metida en la bolsa para que no saliera volando la morralla. Al final del partido les invité un refresco en bolsita a todos mis amigos.

Cuando regresé a la casa, mis hermanos se pusieron a revisar mis revistas, a penas sabían leer, y mi madre me preguntó que de dónde había sacado todo aquello, así que le conté la historia del billete que me encontré tirado en la calle y cómo le había comprado el cuento que le gustaba cuando ella era una niña, pero obviamente no me creyó, de inmediato relacionó lo sucedido con su billete extraviado y a pesar de que me regaño muy fuerte, las frecuentes y cotidianas reprimendas hacía tiempo que habían dejado de ser efectivas, pero no así la amenaza de delatarme con mi papá.

Le pedí que no lo hiciera, le devolví lo que me quedaba de dinero y le prometí que se lo pagaría de cualquier modo, trabajaría cargando bolsas del mandado en el tianguis, haría el quehacer de la casa, hasta lavaría carros para juntar lo que había gastado, pero no quería que le dijera a mi papá lo que había hecho.

Me fui a encerrar a mi cuarto autocastigándome sin comer (después de todo ya había comido un montón de guzgueras en todo el día) y con un sentimiento de miedo y la culpa por haber cometido un pecado mortal terminé de leer, ya sin ganas, los comics que a mi mamá no le interesó castigarme.

Pedí Perdón a Dios, en aquel entonces era mucho más fácil hablar con Dios, las vías de comunicación no tenían toda la mierda que he acumulado con las mugrosas costras de los años que nos caen encima, y me arrepentí sinceramente por lo que había hecho, y Dios me había perdonado, después de todo, era solo un niño sin mucha maldad en mi corazón.

Por la noche, sin que mi mamá me dirigiera la palabra en todo el día, estaba viendo en la televisión el chavo del ocho cuando una llave entró en la cerradura de la puerta de entrada y yo corrí a encerrarme al cuarto, me tapaba con una de esas gruesas cobijas cuadriculadas y cerraba fuertemente los ojos como si con eso iba a desaparecer o me volvería invisible y deseé tener algún superpoder que me permitiera librarme de esa situación, pero no tenía ninguno, era sólo un niño de 7 años que le había robado un billete de veinte pesos a su mama.

Escuchaba las voces desde la sala, y mi papá diciendo groserías del tipo, “muchacho cabrón”, “Ahorita me las va a pagar el hijo de la chingada” y cómo sus pasos hacía mi habitación retumbaban bajo la cobija.

No recuerdo haber escuchado nada más, mi papá me gritaba que era un ladrón y cosas por el estilo, pero no recuerdo las palabras exactas que dijo ni el sermón que seguramente estuvo pronunciando mientras me arrastraba por mis delgadas muñecas hacía el pequeño y mal alumbrado cuarto de la cocina. No recuerdo donde estaba mi mamá ni mis hermanos mientras sucedía todo aquello, lo que si recuerdo muy bien es a mi padre encendiendo la lumbre de la estufa y esas flamas azules que crecían hacia mis manos, y como mi cara se bañaba en mis lágrimas y el calor que mis palmas absorbía me recorría hasta la cabeza y yo intentaba zafarme inútilmente porque mi papá era mil veces más fuerte que yo y no lograba moverme un centímetro, y cerraba y abría mis puños desesperado sin saber qué hacer y lloraba y gritaba que no lo volvería a hacer, que me perdonara, que no lo volvería a hacer y a mi papá diciendo “Esto es para que aprendas a no robar”.

No me quemé, no recuerdo haber sentido algún dolor por la lumbre, no tenía heridas en mis manos, pero lo que me costaba más trabajo creer fue que mi padre me hubiera hecho eso.

Feliz día del padre hijo de tu puta madre.

viernes, 15 de junio de 2007

Audiocuentos 5 (final)

Amoroso Despertar trata sobre una chava cuyas cicatrices corporales calan también su alma, sin embargo ella nunca se pierde su programa favorito, el que da título al audiocuento, por que la hace sentir bien, por que la hace sentir bella y valiosa a pesar de su rostro desfigurado.

Esta es la última entrega de estos trabajos y ojala que los hayan disfrutado, yo la verdad conocí estos cuentos cuando aun estaban en el papel y una vez que fueron grabados adquirieron distintos significados (lo que no sé qué significa, si soy mal lector o buen audioescucha)


miércoles, 13 de junio de 2007

Audiocuentos 4

En la penúltima entrega de los aclamados audiocuentos, ahora toca mi turno y tengo el placer de presentarles: Cambio de Administración, que trata acerca de las desventuras de un burócrata preocupado porque su trabajo se ve en riesgo una vez que ha llegado una nueva administración a su oficina y cómo hará todo lo posible por conservas su empleo. Claro, con un toque (de mois) de humor y guarrez que caracteriza a las pendejadas que se suelen publicar en ésta página.

lunes, 11 de junio de 2007

Audiocuentos 3

No sé por qué acá en Guadalajara todavía hoy mucha gente que le gusta escribir a cerca de situaciones campiranas; supongo que el legado de Juan Rulfo tiene un sobrepeso que aún en la actualidad alcanza a influir mucho de lo que se escribe por estos lares. Para muestra un botón. La tercera entrega de los audiocuentos narra la historia de un bato que se pone bien pedo en unas fiestas patronales (el ejote) y se pone a bailar con unos machetes.



Descargalo aquí

miércoles, 6 de junio de 2007

Audiocuentos 2

En esta segunda entrega de los audiocuentos me permito presentarles el trabajo de Cecilia Magaña con su cuento “Se hacen talachas”.
Yo sé que no es un título que despierte mucho interés, pero tampoco lo es "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. Se trata de la historia de un viejo amargado dueño de un taller mecánico que descarga (inútilmente) su frustración en contra de sus trabajadores quienes cada día, al terminar su jornada laboral, se avientan una buena cascarita de futbol en la calle.



lunes, 4 de junio de 2007

No se si sea podcast o audiocuento o sepa que modo pero si quieres puedes bajartelo

Holas este archivito que una querida amiga me hizo el favor de producir, es el primero de una serie que consta de 5 podcast o audiocuentos o no se como vergas llamarles. Son cuentitos con producción y según yo quedaron chidillos, ahí los voy a subir conforme pueda y nomas me queda decirles que éste con el que inauguramos esta sección, es uno que ya había posteado anteriormente. Los proximos no son de mi autoría (bueno, uno de ellos sí) pero de alguna manera participé en la producción, ya sea en voces, efectos de sonido o música, pero pues para qué chingados les digo, mejor luego les doro la pildora cuando los suba.
Espero que lo disfriuten y ya saben donde tienen que picarse para BAJAR EL ARCHIVO



Download aquí o en la foto.

viernes, 1 de junio de 2007

¿Mexico vs Iran? Psss Saguevo que le voy a IRAN

Iran Castillo semi encuerada en la revista H
Ahora sí cabrones, a sacarle brillo al casco nazi. Píquenle la cola a Iran Castillo para ver las imágenes más grandes












De nada.