miércoles, 29 de agosto de 2007

Separados al Nacer

El video de I got my mind set on You de George Harrisón



El último video de Sir Paul McCartney



Pinché Paul McCartney, no tiene respeto ni por los muertos, el muy cabrón seguramente dirá que es un homenaje al "excelente" video de su excompañero, pero esa es solo una forma de llamarle a la piratería de ideas. Harrison debe estar revolcándose en su tumba. Oajala que su espíritu vaya y le jale las patas al pinchi cachetón.

jueves, 16 de agosto de 2007


Regresa un sueño que fue recurrente durante mi infancia, tal vez se debe a que te mueves mucho por las noches y jalas las sábanas de la cama o a las migajas de las galletas que comes mientras ves tus telenovelas, lo que hace que mi mente recorra la superficie de las mantas como si volara en un mundo extraño, apenas por encima de las dunas de un desierto y el viaje es agradable hasta cierto punto en que los pliegues del planeta-cama se vuelven confusos y caóticos como si se rompiera el paisaje y cortara mi bamboleante recorrido y de repente caigo en una barranca.

Por eso despierto agitado, pero sin gritar o sudando frío como siempre ocurre en las películas, más bien abro los ojos y respiro aceleradamente y no reconozco dónde estoy, porque la arena se vuelve casa y las sombras de los sueños se diluyen en la oscuridad real de la madrugada y a mi lado yaces recostada con tu rostro volteando hacia mí, pero no es tu cara quien me mira, es un hombre de nariz ancha y piel morena, cabello negro, corto y parado, y el olor es desagradable, huele a humedad vaginal y tengo miedo, me alejo de ti hasta casi caerme de la cama, y tu te despiertas preguntando que qué chingados me pasa, pero yo te alejo violentamente con mi brazo mientras tu rostro se transforma a como te veo todos los días. Tengo vacío mi pecho y te arrebato la sábana para irme a dormir al sofá.

martes, 14 de agosto de 2007


—Dile al Billy que se junte más contigo. No me gustan sus nuevas amistades.

—Pues yo cada que puedo trato de invitarlo a donde salimos y seguido acepta pero…— No supe qué más decir, pensé decirle que Billy era lo bastante grandecito para que tomara sus propias decisiones y que si bien, él todavía seguía viviendo en la casa de su madre, nosotros ya hasta estábamos casados y con hijos y hacía mucho que no éramos los niños a los que les podían escoger sus amigos; pero eran las patadas de ahogado de una señora preocupada al ver como todas las esperanzas sueños e ilusiones que se había formado sobre su hijo se habían ido lentamente a la chingada.

— Ahora se la pasa drogándose y no sé de donde trae tanto dinero a la casa. No trabaja y no hace nada en todo el día —Parecía que la señora estaba a punto de llorar, se le amarró la garganta y se quedó callada un momento, sus pupilas apuntaron hacia arriba pero no estaba viendo el cielo, más bien miraba hacia dentro, recordando, tal vez, a aquel chiquillo regordete de buenos sentimiento con el que jugábamos Atari o con el que nos íbamos a jugar beisbol. Yo, por mi parte, también me acordaba de aquel panzón al que los muchachos de la cuadra nos gustaba agarrar de carilla por ñoño, porque tenía un montón de juguetes de Star Wars y porque prefería el beis al fut.

Su familia llegó a vivir a la cuadra, proveniente de Hermosillo, cuando teníamos unos 12 años. Recién habíamos entrado a la secundaria y uno suele ser muy cruel a esa edad. Billy tendría un par de años menos y le costó mucho trabajo integrarse a nuestro grupo de amigos. Salía a la calle con una manilla con la que atrapaba una pelota que solitariamente aventaba hacia arriba mientras nosotros nos aventábamos eternas cascaritas futboleras. Sentía un poco de pena por el pobre “gordito” como rápidamente lo bautizamos y poco a poco lo invitábamos a unirse a los partidos, pero como venía del norte y allá casi no se practica el futbol, siempre era el último al que escogíamos, además de que era terriblemente malo y siempre terminaba de portero pero era casi seguro que el equipo donde le tocara perdería.

Lo chido es que tenía un montón de casetes de Atari y su mamá era bien buena onda y nos dejaba estar casi todo el día dentro de su casa encerrados en cuarto enviciados, hasta nos llevaba papitas con chile y agua de limón. Su cuarto estaba chingón, como el que cualquier niño hubiera soñado, tenía un juguetero repleto de monitos y naves de Star Wars, y posters de Sylvester Stallone y Chuck Norris, además tenía televisión y el Atari en su cuarto y cuando apagábamos las luces, las paredes se iluminaban con planetas, lunas y estrellas de color verde.

A pesar de todo eso, nunca se ganó nuestro respeto, a menudo no lo dejábamos jugar sus propios casetes y de pendejo no lo bajábamos, pero yo de repente le dejaba utilizar mi bicicleta o lo escogía en mi equipo para ver si así me invitaba a su casa para jugar videojuegos.

Un día los Dodgers de Fernando Valenzuela habían llegado a una final (creo que les dicen Serie Mundial, que de mundial no tiene nada) y todo el mundo estaba bien emocionado con el beisbol, así que fuimos a buscar a Billy para invitarlo a jugar con nosotros, ya que él tenía todo el equipo para poder jugar como se debe, manillas, bates, pelotas, y hasta cascos y peto de cátcher y ya no tendíamos que jugar con ramas y pelotas de hule con olor a fresa o uva. Pero a la hora de hacer los equipos sucedió lo mismo que cuando jugábamos Futbol y nadie lo escogió. Billy, enojado nos pedía que le devolviéramos sus cosas pero todos le decíamos que no estuviera chingando y nos dejara jugar, pero el Gordito lloraba y nos amenazaba con acusarnos con su mamá hasta que colmó mi paciencia y me lo agarré a patadas.

Se regresó llorando a su casa y poco después llegó con su madre quien enojada nos gritaba con ese acento norteño que nos sonaba tan cura: ¡Convenencieros! Y todos nos echábamos la culpa entre todos, pero una vez que se fueron apenas podían cargar todas las cosas y todos nos burlábamos de ellos arremedándolos, sacamos el balón y mejor nos aventamos un partido de fucho sin tantas complicaciones.

jueves, 9 de agosto de 2007

Extraño a Euri (fragmento)


Extrañaba las cogidas de antes con Euri, cuando eran novios, como se la cogía en el carro de sus papás, en la casa de ella con sus padres dentro, en el parque a plena luz del día, en el baldío, en las construcciones abandonadas, y como ella de bajaba los calzones y se levantaba la falda para que él pudiera ver sus blancas y enrojecidas nalgas, como se la metía y ella por debajo le acariciaba los güevos, y la vez que lo masturbó en el umbral de su casa mientras se despedían después de checar, la saliva escurría de sus bocas que se les hacían agua mientras se besaban, explorándose con las lenguas y Euri le masajeaba su verga venosa que reventó en sus manos. O la vez que se corrió en su boca y ella se lo comió todo, lo bueno es que el carro era automático. Sí, como extrañaba a aquella Euri.

viernes, 3 de agosto de 2007

3 de la madrugada.


Es la segunda vez que en esta noche venimos acá, a esta maldita colonia del Fresno, una de las más horribles de la ciudad. Casas viejas con colores desgastados, grisáceos, de gente pobre, que lucen manchadas por la nata de smog que flota todo el día sobre ellas.

La primera vez bastó un mensaje desde el teléfono celular para decirle al Portero que nos esperara afuera de su casa. La verdad nunca he sabido cómo se llama, es el portero de nuestro equipo de fútbol y viejo conocido de Radames, bastante malo por cierto, muchas de las goleadas que hemos recibido han sido por su culpa, seguro es porque le va a las chivas. Le daríamos los 100 pesos y nos iríamos a esnifar la porquería que vende, a alguna cantina o un bule de esos donde las que bailan son señoras con varias cesáreas encima, o bien, gatas gordas y prietas como un comal, que mueven sus suaves (eso sí) lonjas al compas de cualquier canción de Thalia o Paulina Rubio,

Y a fin de cuentas eso fue lo que pasó. Primero la cantina y una vez que nos corrieron fuimos a la zona (allá por Medrano y la Sesenta y tantos [Sesenta y nueve probablemente]) donde nos metimos a un lugar llamado Kaliman y entre viejas encueradas y pornos en las pantallas gigantes, nos chingamos una botella de tequila “Jalisquito” (¿Jalisquillo?) que sabía horrible pero ponía chido; o más bien, casi ni ponía gracias al perico que le compramos al Portero en una rápida pasada.

Pero todo se acaba, menos las ganas de meterse más cochinada y seguir pisteando. Lo bueno es que la quincena aún no lo ha hecho, pero en cuanto llegue a mi casa, Euri se encargará de ello.

Yo no sabía que el vato tiraba droga, le dije al Rada y él me comentó que todos los de el equipo sabían, ya que el cabrón se había hecho publicidad bien machín y a la primera oportunidad le gustaba presumir que según él era narco, pero en realidad vendía droga para sacar lana para pagar los pañales de su hijo.

Pero ahora el Porter no nos contestó y aquí estoy esperando como pendejo que el Rada haga el conecte. Todo nervioso y paranoico en estas calles mal alumbradas, semioscuras y con esa maldita luz amarilla del alumbrado público que ponen en todas las colonias jodidas, donde en cualquier momento te pueden asaltar.

Algunos metros adelante del carro, hay unos cholitos fumando quién sabe que, que hiede como a acetona o a hule quemado y apenas alcanzo a ver cómo le dan unas jaladotas de un denso humo blanco a un bote de cerveza. Por el retrovisor veo que al fondo de la calle, las sombrías casa se iluminan con fugaces luces rojas y azules (los colores de las pinches chivas) y mi corazón comienza a bombear el atole que por mis venas corre en lugar de sangre. Ya nos cargó la chingada. Bueno, a mí, el Rada está adentro de la casa del Porter parando la cois. Lo bueno es que no traigo bronca encima, lo malo es que la traigo toda adentro y no creo poder disimular la placota que me cargo. Entonces cierro los vidrios polarizados del coche y trato de hundirme lo más que puedo en el asiento, pero una linterna ilumina el interior del carro. Era lógico que se pararan, no se ven muchos de estos carros por aquí, en un lugar tan jodido. Ya valí verga.

Pero la luz de la linterna se vuelve hacia la esquina, donde los cholitos pegan carrera y la camioneta arranca a todo tras ellos. Desde la reja de la casa de enfrente, cruzando la calle, Radames me hace señas de que venga y me saca un pedote porque está ahí en silencio, hablándome con la mano como una pinche aparición. El rush de adrenalina no ha abandonado mi sistema y al bajar del carro mis piernas flaquean. Si todavía había algún efecto por la cocaína dentro de mí, con el susto no ha quedado nada, solo el ansia por conseguir un gramo más para acompañar la botella de Smirnoff que pendejamente dejé en el carro, porque el Portero nos invita a pasar a su casa. De perdida me hubiera traído el vaso con el desarmador que me estaba chingando. Su torso está desnudo y muestra orgulloso una prominente barriga, sus ojos pequeños y nariz chata, cabello negro ensortijado y la piel morena (Canto de pasión y arena) pinche música del bule aún no sale de mi cabeza, bueno, luce como todos los cabrones albañiles que le van a las chivas.

Pinches cabrones —dice— Se la pasan pasando toda la noche. Pero no hay pedo ¿eda mi Rada? Ya los tengo apalabrados.

No puedo distinguir bien dónde estamos, todo ésta muy oscuro. A pesar de que la última vez que miré mis ojos en el espejo para jalar un par de rayas con un billete de dos dólares que Radames utiliza exclusivamente para esos fines (super naco la neta), mis pupilas estaban tan dilatadas que el verde de mi iris había desaparecido por completo y me tripié pensando que mis ojos se habían vuelto negros porque se me había metido el diablo o algo así. Y ahora no sé cómo estén pero supongo que normales porque apenas alcanzo a reconocer los azulejos bicolores como tablero de ajedrez en el largo pasillo de esta especie de vecindad, y las casa son tan idénticas que parecen ser el reflejo de las de enfrente.

No sé cuantas viviendas pasamos y nos metemos en la única que tiene las luces encendidas. Huele como a naranjas podridas. En el diminuto interior lo primero que se nota es una televisión de plasma de sepalachingadacuantas pulgadas, después un horrible poster, un poco más chico, del Bofo Bautista cuando jugaba para las chivas. Asco, que mal gusto, la neta, digo, entiendo perfectamente que no a todos les caiga bien el gran Cuatemoc Blanco, pero la verdad yo nunca podría un poster del Jorobado de Nuestra Señora de Tepito en la sala de mi casa, además que Euri no me lo permitiría jamás, pero una tele como esa no se vería nada mal en mi sala.

Los muebles son de estilo clásico, los sillones acá, de terciopelo rojo con madera y se ve que le costaron una buena lana a este cabrón (a pesar de que son horribles) y de verdad me pregunto cómo le hizo para meter todas esas cosas aquí, en esta miserable pocilga de estilo Art Narcó (o Art Nacó, mejor dicho), jajajaja, ahora sí, literalmente, me cae.

Jajajaja, lo que pasa es que viene banda bien placa, que se ponen a quemar acá afuerita toda la noche y pues nomás andan calentando la zona— dice el Portero.

Pero tu aquí eres el mero chingón ¿Qué no? Ya llevas rato tirando y nunca te han hecho nada— dice el Rada

Pos si no creas, me cuesta mucho mantener a estos cabrones a raya.

Y yo lo que quiero es meterme unas rayas. Hay que hacer la compra y largarnos a la chingada. ¡Que péndejo! Además de no haber bajado mi desarmador, no sé si le puse seguro a la puerta del carro y ojalá que no se lo vayan a robar. De haber sabido que estos cabrones se iban a poner a cotorrear.

Miro de un lado a otro la minúscula sala-comedor-estudio-cocina-casa y al toparme la pelona jeta del Bofo me dan ganas de soltarle un putazo a alguien. No dejo de morderme los labios y marcar con el pié el ritmo de una inaudible canción de Speed Metal. Mi boca está seca.

—Eh guey ¿no quieres una cerveza? — Me pregunta el Porter y es obvia la respuesta, así que se va al fondo de la casa (es un decir) y saca un par de Soles en botella no retornable.

Apuro el trago y esta vez no intento hacer el chiste mil veces contado de ponerme a bailar como el marica de John Travolta en Pulp Fiction para después decir “Twist to open”. Y el amargo sabor de la cerveza más culera del país baja los últimos residuos de esa alcalina masa de mocos que se atora en donde la garganta se une con la nariz cuando estas periqueando.

Otro trago más para ver si el alcohol apendeja la estúpida adrenalina que hace que mi corazón no deje de latir. Ya cabrón, ya estás seguro aquí, ya no va a pasar nada y la patrulla hace tiempo que se fue, relájate. Me digo. Ni quien se acuerde de la pinche patrulla ahorita, lo que yo quiero es conseguir la coca y largarnos a la verga de aquí. Me contesto.

Pero a estos cabrones no se les ve nada de prisa, nomás les falta ponerse a ver la supertelevisión me cae.

—A ver, aguántenme— Dice el Portero checando su celular que cuelga con un clip de su short del Barcelona F.C. Para tener una tele muy chingona, su cel está bastante pinche. Sale al pasillo y se escucha que se abre un cancel. Junto al Portero entra un morro de unos 19 años, se ve fresita, con cara atractiva y un tanto femenino. Lleva unos tenis Puma de gamuza roja, pantalón de pana café que se arrastra al caminar, playera con la lengua jugosa de los Rolling Stones y una boina también de pana que usa al revés sobre una cabellera que le llega a los hombros. Su cara es bonita, su nariz estilizada, me le quedo mirando fijamente y soy consciente que lo observo y pienso si no se me estará saliendo lo joto, porque siento un leve cosquilleó en el vientre, cuando después de haber pasado horas viendo viejas encueradas bailando y sentándoseme en las piernas para que les invitara un trago (que no lo hice), mi verga no pareció dar señales de vida ni una sola vez. Paro naaaa, todo desaparece cuando el bato se da cuenta que lo miro y me saluda como compas erizos parando droga en la madrugada.

El guey se despide y el Portero lo acompaña a la salida. En la forma de matar la bacha se conoce al buen atizador.

—Guey. Ya compra la chingadera y larguémonos de aquí a la verga— Digo.

—Pues yo ya no tengo lana cabrón. Tú eres el que andaba de caliente por venir, y ahora si que tú dirás cuanto compramos. Tu boca es la medida— Dice Rada y me caga que hable así porque me suena a que hay albur en sus palabras.

Busco en la cartera y solo encuentro un billete de 100 pesos. Lo bueno es que el chivo (guacala) de Euri lo clavé en los calcetines. Lo malo es que ya no va a quedar para comprar los jugos y hielos para chingarnos la botella, total, voy a agarrar unos 100 baros, no creo que haya tanto pedo. Me la pienso para darle el billete.

Cuando el Portero regresa, por fin pregunta que cuánto vamos a querer y le doy el ciego. Pero todavía se queda cotorreando un buen rato antes de meterse al único cuarto por la mercancía.

—Guey, ¿no quieres venir con nosotros? —Pregunta el Rada —Ahí traemos una botella de Vodka esperando que le partamos la madre.

No guey, gracias. No puedo, hoy es el día bueno y apenas va llegando la banda desvelada.

Del cuarto sale un bebé de algunos 3 años de edad. Tal vez la misma edad que mi hija Ariel. Se ve mugroso, con las piernitas chorreadas y cenizas, una abultada panza lombricienta y dos ríos de mocos secos que le escurren de la nariz hasta el cuello, lleva un hinchado pañal que apesta a miados, su piel era pálida, como si estuviera enfermo o se fuera a morir.

Al niño no parece extrañarle nuestra presencia y se me queda mirando con sus ojos adormilados y lagañosos y el Portero sale de su cuarto con un par de papeletas en la mano. Rada toma una y yo la otra, el Portero agarra al niño de la mano para regresarlo a dormir a la cama que seguramente comparte con él y su esposa, y le pregunto si puedo meterme unos jalones en su casa antes de irnos.