jueves, 31 de diciembre de 2009

Primero el dinero



Pasaron a recogerme a mi casa en el Mercedes Benz de Felipe, no me dijeron a dónde íbamos y ahora estamos pistiando y no vamos a ningún lado en específico. Todos estamos callados, no hay mucho que platicar, supongo que es porque aun estamos sobrios, pero estoy seguro que conforme pasen las cervezas y los vodka tonics el asunto se animará un poco. Pregunto a Felipe y Luís que a dónde vamos, pero no me contestan: Por ahí —me dicen— a celebrar tu cumpleaños, pinchi Gordo, pero como es primero de enero casi todos los bares y antros están cerrados; como sea, eso es lo que uno se gana al haber nacido en un día como estos. De cualquier modo, dar vueltas como pendejos es mejor que pasar el tiempo en casa, en lo que Luís llama el domingo más largo del siglo; así que primero vamos a los bares que están en Zapopan pero hay muy poca gente y mejor nos lanzamos a ver qué tal están los antros de López Mateos; sin embargo la cosa no cambia mucho. Me pregunto cuál es la razón de buscar algún lugar ambientado si nosotros no tenemos otra intención que emborracharnos simple y llanamente, ya que como dije en un principio, ni siquiera platicamos y es muy poco probable ligar o enfiestarnos; de hecho, a mí me basta con tomar cerveza y dar la vuelta en el carro; siempre ha sido así. Mis amigos siguen aferrados en ir a algún lugar; las calles de la ciudad están muertas, uno que otro carro pasa y el único que llama mi atención es la camioneta de unas morras fresonas que parece que también están pedas o alegres, porque llevan latas de esa cerveza importada de a litro y escuchan a todo volumen música house y cantan los repetitivos estribillos que parecen interminables, mientras bailan y sacuden la camioneta escandalosamente. Mira, son tres, una para cada uno, dice Felipe y volteamos a verlas. Están bastante buenas, bueno, en realidad no sabemos si están buenas porque no podemos verles ni el culo, ni las tetas, pero tienen buena cara y como dije antes, son chavas fresas así que doy por hecho que lo están. Felipe acelera para alcanzarlas en el semáforo y a pesar del Mercedes Benz nos ignoran y siguen con su desmadrito, aunque tampoco ninguno de nosotros les dice nada ¿Y cómo? si ni siquiera hablamos entre nosotros. Cuando se pone el verde arrancan llevándose su música electrónica a la chingada; nosotros escuchamos la radio. Felipe sabe que detesto a Paulina Rubio y Alejandro Sainz y supongo que no pone sus discos para complacerme hoy que es mi cumpleaños, así que nos conformamos con los clásicos de los ochenta ya que es eso o escuchar banda grupera o pop que es lo único que suena en la radio. En realidad no me importaría escuchar a Pau o Alejandro mientras tengamos cerveza y vodka tonics, lo demás es lo de menos, así que vamos a comprar alcohol a un 7 Eleven. No vamos al Oxxo porque Felipe prefiere comprar ahí, por la categoría, supongo; además en los Oxxo no venden Corona y comprar pisto en cualquier vinatería como que no. Yo no tengo nada de dinero, pero Felipe y Luís dicen: No te preocupes, nosotros pagamos, hoy es tu cumpleaños Gordito. Ah bueno, pues no me preocupo, entonces me llevo unos Doritos Mega Size y una lata de cerveza importada de a litro, creo que está de moda pistiar esta basura. He visto a mucha gente en fiestas y eventos públicos tomándolas, según ellos viéndose cool con su latota, y pues yo tengo curiosidad por ver a qué saben, pero no saben buenas, aunque tampoco están malas. Es mucho mejor la cerveza mexicana, menos la Sol o la Superior que saben a miados de burro, pero de ahí en adelante cualquier chela mexicana está bien, Deberían inventar la caguama Negra Modelo, dice Luís, y me parece estupenda su idea. Enseguida vamos a los bares del centro y en uno hay bastante gente casi como si fuera un fin de semana cualquiera, estamos a punto de decidirnos a entrar, pero Felipe dice: Mejor vamos a ver que tal están otros lugares y de paso nos acabamos las cervezas y los tonics que compramos. Es muy probable que los demás lados también estén cerrados o con poca gente. Yo creo que hoy todo el mundo anda crudo por la mega fiesta de Fin de Milenio dice Luís. Les pregunto que qué hicieron ayer, no porque realmente me interese, sino para hacer plática y romper con este silencio enfadoso, Mmm bien cebo, fuimos a la casa del Felipe a jugar billar — Responde Luís mintiéndome claramente, creo que inventa estas patrañas para justificar que no me invitaron con ellos— pero estuvo leve, nomás nos chingamos un cartón entre los cuatro. Les pregunto que cuáles cuatro, para ver hasta dónde llega la mentira. No pues la Gris, Ethel, Felipe y yo, pero nos venimos durmiendo como a las 2:00, bien tempra. ¿Y qué pedo, tú que hiciste? Les contesto que nada, que solo estuve con mi hermano y mi jefe en su casa, bien aburridos, los abrazos, las uvas, el brindis, buenos deseos y la chingada, ya saben, todas esas cosas, ahh y un pastel para dizque celebrar mi cumple. ¿Nomás con tu papá y tu carnal?, mmm. Es para que tu jefe hubiera armado un pachangón con los artistas de cine y la chingada con los que trabaja… ¿tu brother es un bato que está medio tumbado verdad?, pregunta Luís. No mames, no digas eso, el Agustín es buen onda, solamente hay que conocerlo un poco mejor, yo lo cotorreo chido. Es más, me pidió que si mañana le prestaba la cámara digital para hacer unas tomas de un proyecto surrealista-pachequifome que está filmando. Con mi Handicam es más fácil la edición en una computadora, aclara Felipe, queriendo lucirse. Pues yo siempre que lo he visto se me hace bien ondeado, como que se droga ¿verdad?... Dice el Gordo, pero Felipe le contesta fingiendo estar emputado, yo creo que para quedar bien conmigo: Ya estuvo cabrón, no digas más pendejadas. Yo no estoy enojado, en realidad me vale madre, y digo que sí, que sólo me tomé un par de cervezas y me fui a dormir y ya. Pues que bueno que vinieron por mí, la neta pinche día aburrido, y luego en la tele no dan nada bueno, puro pinche fútbol americano colegial de gueba todo el día, que si el Tazón de la Rosa, que si el Tazón del Algodón, me cae que hasta hay Tazón del Con Fleis, cabrón, dice Luís. Pues yo estaba viendo los DVDs de la primera trilogía de Star Wars, edición limitada, pero las he visto tantas veces que comienzan a hartarme, por eso mejor vine por ustedes, dice Felipe. Pinche ñoño, esas muvis me dan una gueva infinita, se me figura onda de nerds. Neta que esas madres nunca me han gustado. Felipe contesta: Que mal estás Luís, el ñoño eres tú, son geniales… y sus palabras comienzan a perderse en mis oídos porque recuerdo cuando vi esas películas por primera vez: Fuimos al cine con mis padres, hasta antes de esa película lo más divertido de ir al cine era cuando prendían las luces en el intermedio y todos los niños salíamos disparados a vaciar toda la inactividad acumulada en la oscuridad de la sala, corriendo por los pasillos y jugando luchitas con mi hermano, pero esa vez Agustín y yo estábamos muy emocionados, Agustín más que yo, no podía creer lo que estaba viendo. Nos compraron palomitas y refrescos grandes y cuando íbamos de regreso a la casa yo imaginaba que era Han Solo y mi hermano Luke Skywalker, uno solo y el otro caminando por los cielos, ja, que irónico. Lo recuerdo perfectamente porque esa fue la última película que vimos toda la familia juntos. …Neta guey, a puro frik les gustan esas muvis, además están bien puteadas dice Luís. No, no, no, seguramente no las has visto bien, son muy buenas. Es más, si quieres un día te invito a mi depa a aventarnos las cuatro que van hasta el momento; en el Home Theatre, para que vivas la experiencia cinematográfica de la manera más fiel posible, dice Felipe. Nel, estás pendejo, si mis nalgas no soportaron las tres horas que duró Titanic, mucho menos semejante babosada para niños grandotes, mejor invítame a pistiar o con unas viejas, que es mucho mejor que estar horas viendo la televisión, ¿verdad Gordo?, dice Luís. Pues sí, en eso tienes razón, Responde Felipe. Oigan ¿y qué tal se pone ahí? Me han dicho que está chidillo ese bar, aunque yo nunca he ido, dice Luís, preguntando por un antro por el que acabamos de pasar. No pues pura banda culturosa, pura gente pretenciosa, intelectualoide de moda, me imagino que en su mayoría son alumnos del ITESO, dice Felipe. Nel, del CUAAD, porque ese es el bar al que le caen los batos de la escuela, contesta Luís. Tiene lógica, puro poser como tú que no ha terminado la carrera, dice Felipe. Y entonces les pregunto que a donde chingados vamos a ir, y Luís se chupa el dedo índice, lo saca lo saca por la ventana del carro y dice: Pues a donde nos lleve el viento, cabrón, Felipe agrega parándose en el primer Oxxo que se le atraviesa: Sí, además ya se acabó la cerveza. Bajamos todos y nos metemos a orinar al baño. Entonces les pregunto que a dónde chingados vamos a ir. Pues podríamos ir a tu depa, dice Felipe. Nel, nel, de ahí venimos, además, solo estaríamos pistiando a lo pendejo y capaz que tu jefa se nos afana y nos aplica la aburridora y siempre nos cuenta las mismas chingaderas, que la juventud y los jipis y el 68 y la verga, yo ni siquiera había nacido en el 68, mejor habría de hablarnos del movimiento del 69, ese si que lo conozco bien, estaría más chido ¿verdad?, dice Luís mirando a Felipe como si fueran cómplices de algo. Yo, francamente encabronado, le contesto que al menos ella tenía ideales y vivió un momento importante en la historia del país, no como nosotros que estábamos desperdiciando nuestras vidas sin ir, literalmente, a ningún lado. Pues a mí no se me hace mala idea, siempre me han parecido bastante interesantes las anécdotas de doña Chabelita —Dice refiriéndose de una manera extrañamente cariñosa a mi madre, ni siquiera sus amigos más cercanos la llaman así— Es más, algunas veces he pensado en escribir algún cuento sobre sus experiencias en el movimiento estudiantil, dice Felipe. Pero no, a mí casa no, no quiero regresar a mi casa, les digo, Pues entonces vamos a donde quieras —Responde Felipe un poco fastidiado, pero de inmediato se calma— es tu cumpleaños Gordo, vamos a donde tú quieras. Pero yo le contesto que como no traigo lana, a donde me lleven está bien, Pues no sé, ahorita vemos, dice Felipe al pagar las cervezas. Únicamente compramos cerveza porque el vodka tonic ya no nos entra y seguimos con la peda móvil buscando un bar, pero ya hemos recorrido casi todos los bares de la ciudad. Felipe se dirige a ver qué onda en los bares gays. No mames, ¿bares gays?, irrumpe Luís. Pues déjame decirte que son bastante divertidos, yo solamente he ido una vez y la neta me la pasé chido, aunque claro que iba con unas morras, dice Felipe. Pa taparle el ojo al macho o qué, contesta Luís. Pues no. las morras con las que iba buscaban conocer un lugar de esos, además la cerveza la venden a diez pesos, dice Felipe. Ey si es cierto, bueno, eso he oído. Quién sabe por qué el pisto es más barato en los antros gays, ha de ser porque como la banda que va son puros jotos, pues casi no toman, dice Luís. Jajajajajajaja, si es cierto, son jotos y no toman, responde Felipe envuelto en carcajadas. Estoy mudo, no puedo decir nada. Pues no recuerdo quién me platicó que en una ocasión que fue a uno de esos sitios, vio a su jefe con otro sujeto, y mi compa estaba bien friqueado mirando como se besuqueaban, pinches bigotones dándose la lengua y pues su papá lo reconoció, o algo así y lo único que mi compa pudo hacer fue fingir demencia y emprender la graciosa huida, nada más faltó que se encontraran en la salida, vaya desagradable situación, ¿no?, dice Felipe y yo sigo mudo en un situación bastante desagradable, pero la conversación sigue sin que yo pueda decir nada. Aunque supongo que ver a dos morras besarse como que se compensa, ¿verdad?, dice Luís. Alucinas, la vida real no es como las pornos que bajas de la red, uno se imagina a un par de lesbianas buenísimas, acariciándose y toqueteándose, pero por lo general, una de ellas es obesa y tiene el pelo corto y se viste con Levis 501 y camisas Wrangler y botas de minero, dice Felipe. Simón, sí es cierto, pinches manfloras, contesta Luís. ¡Ya cabrones, vamos a un pinche lugar!, les grito desesperado, Ok, ok ¿y por qué no vamos a un bule?, dice Luís. Pues no sería mala idea, el otro día un amigo me platicó que solía ir mucho a uno que se llama “El lugar donde todos caen”, bueno, en realidad no se llama así, se llama “Eliseos” o “Cheos”, pero todo mundo lo conoce así. Es un burdel al que llegan todas las prostitutas de la ciudad cuando han terminado de fichar en sus respectivos antros. Según me dijeron, ahí abren en la madrugada y se encuentra en un segundo piso donde tienen la rocola protegida por una estructura de alambrado. En el primer piso venden menudo para cortar la borrachera y te venden caguamas en una cubeta de metal con hielos, así como si fuera champagne, mi amigo iba seguido y me dijo que se ponía bien y que varios de sus compañeros de la universidad lo frecuentaban tanto, que hasta se hicieron de novias. Bueno, no eran relaciones reales, pero eran chicas a las que se cogían habitualmente, aunque por supuesto que les pagaban, dice Felipe. Pues estaría bien ir a ver lospe, me late la idea. contesta Luís. ¿Cómo que lospe?, pregunta Felipe. Simón, los-pe-los-pe-los-pe-los, responde Luís marcando el ritmo a gritos. Así que vamos a la zona roja. Vamos a donde sea que me emborrache lo suficiente para perderme en este pinche día de mierda. Al llegar ahí, la cosa no cambia mucho de lo que han sido las últimas horas, no nos podemos decidir a entrar a ningún burdel y estamos dando vueltas a lo pendejo sin hablar, hasta que nos paramos a preguntarles a unas chavas que se venden afuera de casas que parecen vecindades; obviamente son putas ya que están vestidas llamativamente con baby dolls y lencería de latex y esas cosas. No pues, ¿cuánto mi reina?, pregunta Luís. Ay mira mijo soy gay, contesta una de ellas. Ahh órale ¿Y no sabes donde podemos encontrar morras en la calle?, les contesta. Pues cosa que vayan a los lugares que están por aquí, porque en la calle no van a encontrar nada, nos dicen. ¿Y en qué lugar sí podemos encontrar chicas de la calle?, pregunta Felipe. Pos a la mera por el rumbo de San Juan de Dios, porque aquí la calle es de “ambiente”, contesta el transvesti. Nel, pero las sanjuaneras están bien culeras, me cae que ustedes están mejores, dice Luis. Gracias papi, le contestan; ya llevamos un rato aquí y yo sigo sumergido en esta incomodidad que me persigue, no sólo ahora, creo que es una sensación que me acompaña desde hace tiempo y parece que será parte de mí vida por siempre. A lo lejos se ve venir la farola de una patrulla y los jotos se meten enchinga a la vecindad como si hubieran visto a los mismos fantasmas que ahora me atormentan. Felipe arranca el Mercedes Benz manejando a una velocidad considerable pero consciente de no rebasar nunca el límite de velocidad; damos vueltas a lo pendejo para perder a los policías y una vez que nos deshacemos de ellos nos detenemos en un antro que se llama “La Plantación”. ¿Qué pedo, como está la onda aquí?, pregunta Luís. Pues tenemos a las mejores chavas de la zona y la cubeta con ocho cervezas cuesta doscientos, pásenle a ver qué tal, sin compromiso, nos dice el gorila que cuida los carros y el acceso al prostíbulo. Y como supuestamente yo soy el festejado entro a ver cómo está el ambiente. Hay muchas mesas llenas alrededor de la pista y batos echando desmadre, hay hasta un tipo que viene con su novia; pero lo que realmente me llama la atención es una bailarina que me regala su desnudez, se pasea por todos lados vestida solamente con una tanga negra de hilo dental y tacones altos; es rubia, sus nalgas son blancas y en este momento nada existe en el mundo más que ella y yo. Me meto a orinar al baño y después salgo con mis compas para decirles que nos quedemos aquí porque no quiero seguir desperdiciando mi tiempo vagando sin ir a ningún lugar. ¿Pero qué tal están las chicas, pregunta Felipe. Pues con que estén gordibuenas, pero cachondas y felices me basta, contesta Luís y entramos al antro. Nos sitúan en una mesa en la segunda hilera de la pista, ya que la primera fila parece reservada a los que compran botella, o bien, traen buen desmadre y a pesar de haber llegado en Mercedes Benz, supongo que cualquier otra persona trae mejor desmadre que nosotros. Una morra medio fea, pero muy buena, se ha quitado toda la ropa y se masturba descaradamente acostada en medio de la pista; nos traen la cerveza y nos dedicamos acabárnosla y mirar el show. Lo chido de los bules es la música, difícilmente en una disco puedes escuchar las canciones que ponen aquí, me dice Felipe al momento que suena una rola de Cuca; le pregunto que de qué chingados me está hablando, extrañado por alguien que tiene discos de Pau y Alejandro en su carro. ¡Que en los bules la música está chida, me grita al oído. Ahh, sí, sí, contesto finalizando la conversación; si a duras penas había platicado algo con él dando vueltas en su carro, no entiendo por qué se empeña en establecer una comunicación ahora que es casi imposible, gracias al sonido de la música. Toda la gente del lugar canta a gritos, muy emocionados sin prestarle mucha atención a la chica en turno que aún no se ha quitado la ropa. Yo prefiero mirar cómo la morra de tanga negra y tacones altos hace un servicio a la pareja de la mesa de enfrente, se sienta en las piernas de la morra y su novio, y les mueve las nalgas y las tetas en sus caras, ella es la única razón por la que permanezco aquí y ahora siento una especie de imitación de celos y envidia al verla frotándose contra la pareja. Gordo, ¿y que te regalaron hoy por tu cumpleaños?, me pregunta Luís al otro lado de la mesa. Nada, un pinche perro, respondo. ¿Un perro? ¿neta? Cuantos años cumpliste ¿Trece o treinta y uno? ¿Y cómo le vas a poner? ¿Rito? ¿el perro rito?, me dice el pendejo de Luís, y de no ser mi amigo, desde hace tiempo que le hubiera partido la cara por ser el patán que es. Sí, un perro, contesto ahora odiando profundamente el regalo tan inútil por parte de mi padre. A partir de este momento no pienso cruzar una palabra más con Luís, además se encuentra al otro lado de la mesa y me da güeva acercarme a platicar en su oído. Sí, sólo un perro, un pinche perro que dejaré que se muera de hambre, digo sin buscar que nadie me escuche; Espera a que veas mi regalo, me dice Felipe en cuanto comienza una canción de Scorpions, esa que empieza con un chiflidito, Wind of Changes creo que se llama, y la morra de tanga negra y tacones altos se acerca hacia mí y sentándose en mis piernas me dice: Hola guapo ¿cómo te llamas?, Federico, contesto, ¿y tú? Yahaira o Tamara o alguno de esos nombres de teibolera, me responde. Comienza a platicarme no sé que tantas trivialidades, que de dónde soy y a qué me dedico y quien sabe que tanto le contesto yo, pero al parecer es algo interesante ya que llevamos un buen rato platicando y no se ha ido; cuando me doy cuenta, otra morra sale a bailar. ¿Invítame una chela no?, pregunta, y le contesto que por supuesto, tomo una cerveza de la cubeta para ofrecérsela mientras me pierdo en sus ojos, dejándole ver los sentimientos de este falso enamoramiento. No, no, yo no puedo tomar de esas, tienes que pedirle una al mesero especialmente para mí, ¿ah si?, pregunto, así que le pido dinero prestado a Felipe. Desde luego, a mi hermano lo que sea — dice en voz alta sacando un billete de quinientos pesos de su cartera de cuero, como queriendo lucirse frente a mi mujer— pero me guardas el cambio, agrega despacio en mi oído. Oye papi, con eso te alcanza para algo más, me dice la morra en el otro oído y me levanta de la mano que pone justo en medio de sus nalgas blancas. Me lleva a un lado de la cabina del DJ, a un camerino donde las vedettes se cambian de ropa; entramos y algunas chavas desnudas se preparan para su presentación, a ninguna parece extrañarle mi presencia, al fondo está un catre y Yahaira o Tamara, corre una cortina que cuelga de un alambre de una pared a otra. De una bolsa tirada en una esquina saca y desdobla un pequeño origami y con su dedo índice y pulgar toma un montoncito de un polvo amarillento que inhala por los dos orificios de la nariz, me avienta sobre el catre y comienza a besarme en el cuello y en el pecho levantándome la camisa. Yo no estoy excitado, ni siquiera se me ha parado, pero empiezo a concentrarme al mirar su cabello rubio y la tanga que se asoma de sus nalgas por encima del cuello, no puedo evitar pensar en el símbolo de Mercedes Benz. Primero el dinero, chulo, me dice y le ofrezco el billete. Lo toma para después guardarlo en la bolsa junto con el origami, y entonces desabrocha mi pantalón y comienza a mamármela y ahora sí que se me debe parar o pienso que de no lograrlo seré igual de joto que mi padre, se lo restrega en la vulva que está un poco seca, escucho cómo absorbe la saliva que hay en su boca, tiene sus ojos cerrados; yo creía que las putas siempre estaban dispuestas y listas para todo y nunca imaginé que tenían que hacer todo ese teatro para calentarse. La volteo sobre la cama y comienzo a penetrarla en seco, me duele y probablemente le duela a ella pero no me importa, no sé qué me pasa, no puedo hacer ni pensar en nada más que meterme dentro de ella a como dé lugar, y lo hago, una y otra vez, y me duele mucho. No estoy seguro que sea el dolor el que provoca que mis ojos ahora estén llenos de llanto, mis lágrimas agrias salpican la almohada mientras yo comienzo a venirme sin importarme una chingada que finja su orgasmo con el mío, se convulsiona a la vez que me vacío en sus entrañas… Termino y limpio mis ojos para después vestirme, ella permanece abstracta, impasible con los ojos cerrados, tumbada sobre el catre, con su tanga de hilo dental negro estirada a un lado de sus muslos, inmóvil. Tamara… Yahaira… ¿estás bien?, le pregunto sacudiéndola por los hombros, pero ella no responde. Estoy asustado y salgo a buscar a alguien que la ayude; le digo a una de las bailarinas que se cambia de ropa, que Tamara está como ida, Ay, esta pendeja ya se pasoneó otra vez, me contesta, y sin sorpresa alguna sale caminando rápidamente para avisarle a uno de los meseros que de inmediato entra y la carga en sus brazos. Le ayudo a levantarla sosteniéndola por las nalgas, y el mesero me dice: Tú no te preocupes compa, ahorita alivianamos a esta morra, ¿si le pagaste verdad? Sí, puso el dinero en esa bolsa, digo apuntando al rincón, y entonces saca a la chica del lugar, estoy muy asustado y salgo a la mesa donde están mis amigos y les digo que tenemos que irnos de aquí inmediatamente. Felipe tiene cara de encabronado y me dice: No te gastaste todo el dinero con esa puta ¿verdad?, ¡Güey, vámonos ya!, respondo. Luís está dormido de borracho con la geta sobre la mesa y lo levantamos tambaleante, tomamos el par de cervezas que quedan y como un perro que huele el miedo, nos detiene el bato de la puerta. No pueden salir con los envases, nos dice y vacía las cervezas en vasos de plástico. Lo último que recuerdo es que Felipe detuvo su carro a media calle para bajar a vomitar, pero no me acuerdo cuando llevamos a Luís a su casa o cómo fue que me dejaron en la mía.

jueves, 24 de diciembre de 2009

OTRO CUENTO DE NAVIDAD




En el periódico apareció una nota acerca de una muchacha de trece años que acababa de perder a sus padres, unos drogadictos que se murieron de un pasón, pero que habían dejado una fortuna considerable a su hijita adolescente. A un lado del texto venía la foto de la niña, una jovencita pródigamente desarrollada para su edad, poseía una sensualidad natural, se podría decir que involuntaria, innata. Esa imagen acaparó mi atención inmediatamente, me quedé como hipnotizado. Pero lo que realmente captó mi interés fue su candor, su inocencia.

El periódico decía que su mayor sueño o ilusión era que algún día Santa Clos la visitara en su casa. La niña se encontraba sola bajo la supervisión de los vecinos y el motivo de la nota era para tratar de localizar a algún familiar que fuera a Cd. Acuña y se hiciera cargo de ella, o de lo contrario la internarían en un orfanato.

Así que no lo pensé dos veces y tomé el primer autobús a Cd. Acuña, tenía que estar ahí antes que cualquier familiar; no sin antes alquilar un traje rojo del anciano gringo panzón.

Me confieso. No soy una buena persona, no pensaba hacer una caridad o llenar de alegría el corazón de una pobre niñita huérfana al cumplir su más anhelado deseo. Desde que vi su foto, no la podía sacar de mi mente y un deseo compulsivo me orilló a realizar el viaje. A lo mejor las personas pensarán que soy un depravado sexual, pero estaba poseído por un impulso más fuerte que cualquier prejuicio moral, más fuerte que cualquier razón aún. Además, el dinero que acababa de heredar era una suma por la que realmente valía la pena todo eso.

Llegué a Cd Acuña, un pueblo polvoriento al borde del país, en la frontera con Estados Unidos. Después de preguntarles a varias personas sobre la muchacha, mostrándoles el recorte del artículo y diciendo que yo era el tío de la pequeña, conseguí fácilmente la dirección. La noticia fue muy popular y no tuve mucho problema, me enteré que vivía en las afueras de la ciudad en una casa al lado de la carretera.

Compré un perrito en una tienda de mascotas. Se supone que si yo era Santa Clos, tenía que llegar con algún regalo al menos y qué mejor que un pequeño cachorro, no existe niña que se resista a un animalito de esos. Tomé un taxi y le dije al chofer que me llevara a la dirección que le di en un papel. Dentro del taxi me puse el disfraz rojo y el gorro, no consideré necesaria la barba y la peluca, porque si quería conquistar a la niña no iba a conseguirlo con la apariencia de un viejo decrépito, sino con mi propio rostro. La verdad, creo que soy un tipo guapo.

Llegué por fin al domicilio. Era una casa blanca de dos pisos de apariencia muy fría, no parecía de personas ricas, era más bien una típica casa clasemediera. En el segundo piso había una terraza en donde supongo que los padres se sentaban en las tardes a ver pasar los interminables convoys de camiones que llevaban y traían cosas del otro lado, mientras que se sumergían en un viaje dentro de sus mentes.

Metí al perrito dentro de un pequeño saco y toqué el timbre. Nadie me contestó, era temprano todavía, las 5:00 de la tarde aproximadamente, aún no oscurecía y tal vez la niña se encontraba en casa de sus vecinos. Toqué insistentemente hasta que por fin escuché unos débiles pasos que bajaban del segundo piso.

–“¿Quién es?” –oí decir desde adentro. Era una voz dulce pero adormilada.

–“¡Jo jo jo jo jo! Soy yo, Santa Clos” –dije conteniendo la risa y entonces la puerta se abrió.

–“Pasa por favor. En un momento estoy contigo” –contestó la niña sin asombro alguno.

Entré en la casa y comencé a examinarla. A un lado de la puerta de entrada se encontraba la sala de estar y después, al lado derecho de un pasillo que llevaba a un elegante comedor con una gran mesa de madera al centro, estaba lo que parecía ser la cocina. Una alfombra roja cubría todo el piso hasta donde se podía ver. La casa tenía un cierto olor a leche agria.

Recorría con la vista el piso alfombrado hasta que me topé con unos bellos y pequeños pies desnudos. Conforme levanté la mirada, mi pene comenzaba a palpitar; podía ver unos tobillos delgados y unas bien torneadas y largas piernas para una chamaca de trece años, eran algo delgadas, pero de proporción exacta para una adolescente. Su pecho estaba cubierto con una playera de “Hello Kittie” que permitía distinguir la punta de los pezones de aquellos pequeños senos en desarrollo. Yo estaba muy caliente para ese entonces, pensé tomarla en mis manos y hacerla mía por la fuerza, pero me quedé paralizado al ver su cara infantil y femenina al mismo tiempo. Sus labios eran gruesos y carnosos y tenía una discreta sonrisa que asomaba un par de dientes, en las mejillas tenía algo así como pecas o espinillas de pubertad que lejos estaban de ser desagradables, al contrario, me prendían. De su cabeza caía una larga cabellera negra ondulada que resaltaba el contorno de su cara. Pero lo que realmente me sometió fueron sus ojos negros enormes que me miraban profundamente, lujuriosos y tiernos al mismo tiempo. Ahora estaba seguro de que había hecho lo correcto.

–“Acompáñame arriba, me voy a cambiar” –me dijo con esa dulce voz de sirena que me embrujaba y me guiaba a los arrecifes.

Subió rápidamente las escaleras, y cuando se fue de mi vista me sentí confundido, la niña no había tenido la reacción que yo imaginaba. Al contrario, era como si me hubiera esperado con anticipación.

Subí las escaleras y había unos sofás y un mueble con la televisión encendida. El aparato sintonizaba un canal porno, pero no había volumen. La niña se quitó rápidamente los calzones y apenas alcancé ver su vientre cubierto de incipientes vellos. Arrojó los calzones sin importarle dónde cayeran para después meterse a un cuarto. Yo estaba aturdido, no sabía que hacer, lo único que se me ocurrió en ese momento fue voltear a ver la prenda íntima que yacía sobre la alfombra roja. Era una prenda muy provocativa, una tanga de encaje blanco, semitransparente, estaba seguro que estando puesta permitía ver algo de lo que cubría. Mi vista se apartó para ver la televisión. Una hermosa mujer le hacía sexo oral a un enano. El enano era feo y parecía que tenía la cara deforme, sin embargo la muchacha se la mamaba con gran fervor, ávidamente, su mirada se posó en mis ojos mientras seguía haciendo la felación, me miraba fijamente desde la televisión. Parecía que estaba poseída por el demonio, su lengua lamía todo lo que podía sin dejar un solo momento de verme. No estaba muy seguro de continuar con mi plan, estaba asustado, todo estaba muy raro, una especie de locura invadía la casa y ahora yo era parte de ella.

En eso, salió la niña, estaba vestida con un diminuto short de tela y una blusa brillante con el numero 36 y sin más calzado que unos calcetines.

–“¿Te gusta?” –preguntó.

–“Es realmente asqueroso” –contesté refiriéndome a la película de la televisión.

–“No tonto –dijo riendo –me refiero a como estoy vestida”-

–“¡Ahh si! Te ves muy bien. Y como has sido una muy buena niña, te tengo éste regalo”– saqué al cachorrito del saco y se lo di.

–“Muchas gracias –dijo inexpresivamente. Tomó al animal y de inmediato lo puso en el piso; el perrito no se levantó, parecía dormido, como muerto – ¿Quieres agua?”–

Dije que sí y bajamos a la cocina.

Ella tomaba del vaso donde sirvió el agua que era para mí y un incómodo silencio se extendía en el lugar. Pensé que a lo mejor yo no era del todo de su agrado, pero reflexioné, no hacía una semana que acababa de perder a sus padres y tal vez esa era la razón de su inercia.

–“Cuando llegué, pensé que estarías en casa de tus amigas” –le dije para romper el silencio.

–“No, no puedo verlas ahorita, están castigadas. Pero ¿sabes qué? Tengo un plan para verlas. Mis amigas y yo tenemos planeado matar a todas esas viejas brujas de sus madres, para que así no las vuelvan a castigar nunca. Hemos pensado quemarlas, pero yo creo que el fuego puede llamar mucho la atención ¿verdad?” –me decía con una malicia casi diabólica en sus ojos.

Todo estaba mal, se suponía que el malo de la historia era yo, el que pretendía abusar de una niña y robarle su dinero, pero ahora resultaba que la niña era perversa. Llegué a la conclusión de que era muy probable que la muchacha tuviera problemas psicológicos y que no pensaba bien lo que decía; un golpe emocional de la magnitud del deceso de sus padres no era cualquier cosa, además de que sus muertes habían ocurrido en esa misma casa, y la soledad en la que se encontraba la chiquilla, esperando que llegaran sus padrinos para hacerse cargo de ella, seguramente influía de manera determinante en sus facultades mentales.

No sabía qué decir, las palabras no salían de mi boca, quería largarme de ese lugar y tirar a la basura mis estúpidas fantasías sexuales. Le pregunté:

–“¿Estas tomando calmantes, antidepresivos o algo así? Porque creo que llevabas todo el día dormida”

–“No, lo que pasa es que soy muy floja”

Me senté en una silla, y de una puerta que daba al patio entró un enorme gato de angora. La niña sacó de la alacena un gran tazón de cristal y le sirvió de un costal una especie de croquetas, después vació medio galón de leche que cuando hizo contacto con las croquetas, se tornó de un color violeta luminoso. El gato se acercó y comenzó a devorarlas, toda su cara estaba manchada de violeta brillante y sus enormes ojos verdes no dejaban de mirarme mientras tragaba su alimento. Me recordó a la puta de la televisión y comencé a sentir pánico, pero en ese justo momento la niña se sentó sobre mí, de frente, con sus piernas abiertas a cada uno de mis lados, buscando que su sexo hiciera contacto con el mío a través de la delgada tela de sus shorts. Me besaba pasionalmente en la cara, su lengua recorría mis orejas y me hacía sentir un escalofrío que me provocó una potente erección. Podía sentir como se le humedecía la entrepierna y se mojaba su short, se comenzó a frotar contra mí, mis manos agarraban sus nalgas urgentemente y mi boca buscaba besarla, pero cuando lo intentaba me esquivaba, sin embargo me invitaba de manera lujuriosa con su lengua a probar de su saliva; intentaba besarla otra vez y se quitaba para seguir humedeciendo sus labios y después seguir explorando mis orejas con su lengua; restregaba sus senos contra mi pecho, sin parar de mover sus caderas sobre las mías y me miraba con esos ojos lascivos, llenos de fuego, con una mirada completamente enloquecida.

Buscaba besarla, era necesario, era lo único que deseaba en la vida, pero ella me negaba, sólo abría la boca y movía la lengua al ritmo de sus caderas. Su olor era especial, como el de un bebé, ella tenía ese olor que desespera, que te hace sentir ganas de apretar hasta la asfixia, estrujar, azotar contra una pared, que sé yo. Comencé a desesperarme, por más que buscaba sus labios, siempre encontraba una forma de esconderse de mí. Aquello era desquiciante, me irrité, estaba encabronado, ya no disfrutaba de sus caricias, de sus movimientos, del tacto de sus senos y sus nalgas, ya que prácticamente tenía todo el short metido dentro de ellas, no podía pensar en otra cosa más que su boca que me negaba.

Mi desesperación fue tal que en un ataque de rabia, agarré un pequeño cuchillo que estaba en la barra y le hice una larga herida en la espalda. Ella gritó del dolor y se separó rápidamente, y fue en ese momento que pude ver que en su mano traía un enorme cuchillo cebollero que pensaba clavarme de no haber hecho lo que hice.

–“¡ Eres un estúpido!” –gritó furiosa después de tocarse la espalda y ver que su mano estaba manchada de sangre. Agarré la silla en la que estaba sentado y se la aventé para después salir corriendo a la carretera.

Ella estaba en la terraza del segundo piso disparándome con una pistola automática, enfurecida, frenética. Para mi buena suerte su puntería era pésima y lo único que hice fue gritar a todo pulmón, con todas mis fuerzas.

-“ ¡JO, JO, JO, JO, JO Felíz Navidad hija de la chingada!”- Mientras corría por la carretera rumbo a mi casa.

jueves, 17 de diciembre de 2009

ya nunca mas


Puedo decir sin temor a equivocarme que este ha sido el peor año de toda mi vida. Mi cuerpo ha comenzado a pasarme la factura de todas las pendejadas que he hecho y básicamente estoy escribiendo esto porque se me chingó la rodilla otra vez y creo que ya no podré volver a jugar futbol nunca más (Mi pierna!!!!!!! Donde eshta mi pierna!!!!!!! [lease como Luis Migay en esa película donde le mochan ejem… la pierna]) pero de todos ni jugaba nada era bien maleta pero bien picado como los frijoles de la conasupo, pero aferrado y con corazón. Bueno eso y otras cosas más que como podrán haberse dado cuenta en los archivos de este blog me la pasé azotándome pero bien chido.

Lo bueno es que estoy tomando cartas en el asunto y ya fui con un doctor que me dijo que tengo un pie en la mesa de cirugías, pero le dije que necesitaba una segunda opinión y me dijo que además estaba bien pinche pendejo. Bueno, obviamente la forma más sencilla era la operación pero podía arriesgarme a una rehabilitación a base de radiación, electroterapia, magnetoterapia y un montón de ondas más, porque al parecer no hay daño en el hueso y la ruptura del ligamento no fue total, puedo caminar (renqueando) y ya no necesito la ayuda de mi bastón (que era un palo de escoba recortado). La cuestión es que no sé cuando deba comenzar con estas terapias ya que se vienen las vacaciones y no quisiera dejarlas a medias.

La verdad si me aguita todo esto, me imagino a veces que me van a cortar la pata, o que voy a tener que utilizar un bastón el resto de mi vida (procuraría que el mango fuera un puño metálico como el de Biff Tannen viejito para golpear pubertos en sus cabezas huecas) o no sé, tal vez me daría un toque de clase, distinción y elegancia aristocrática.


sábado, 12 de diciembre de 2009

Brinca la cuerduta yo ya la brinque


Chale, la neta me agüita bastanta el haberme chingado la rodilla de manera tan pendeja, pero para nada fue una mala noche después de todo, me gane un tipo aypoooo oeeeeeeey, pinche chingadera para que la quiero, de hecho si a alguien la interesa se la vendo y tambie estoy vendiendo un iPod touch de 8 gb (a ver si por este comercial no me bannean de blogger como la hicieron de facefuck).

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ir llenando las cosas de significado

Durante muchos años al acercarse la fecha de mi cumpleaños la sombra de la amargura se cernía sobre mí, el carácter se me hacía más emo que de costumbre y el mero día ni siquiera yo me podía soportar. Ahí estaba sintiéndome la persona más desdichada del mundo por acumular un año más sin haber logrado nada en mi puta vida y por el hecho de ser mi cumpleaños me merecía toda la compasión del mundo que tanto daño me había hecho.

Pero este año dije “chingue su madre, hoy le voy a hacer diferente” y aunque días antes me dio un amague de depresión, me mentalicé para pasármela bien ese día, repetir una mentira hasta que se hiciera real, y ahora viendo las cosas en retrospectiva puedo decir que tuve uno de los mejores cumpleaños que pueda recordar, mi cumpleaños se extendió todo el fin de semana. Comenzó cuando al despertar me encontré mi boleto para Metallica y pues superchingón, igual y lo iba comprar de cualquier manera pero chido que las cosas se materialicen sin ningún esfuerzo de mi parte; después mis compañeras de trabajo prepararon un pequeño festejo de pasillo, pastel (aunque no me gusta el pan), chescos y botanas, digo, eso no tiene nada de raro a todos los cumpleañeros les hacen ese tipo de festejos pero el mío fue diferente porque se incluyeron calabacitas fritas en aceite de oliva y tacos de chicharrón con frijoles y panela, un desayuno de campeones. Ahí fue cuando comencé a darme cuenta de que una actitud positiva atraía otras cosas positivas, y es que los años anteriores que anduve de amargado lo máximo que obtenía era el abrazo de felicitación porque todos sabían que “no me gusta festejar mi cumpleaños”. Hasta me cantaron las mañanitas y a nadie se las cantan, comenzó como broma y payasada pero terminó siendo enserio y yo la verdad me sentí muy honrado.

Después me invitaron a comer a un restaurante de comida italiana y poca madre, rico y barato, se llama Italia Mia y está en Pedro Moreno antes de llegar a Chapultepec y ahí comencé con la peda, un vino tinto y un par de chelas, pizza, lasaña y canelones; por la tarde mi visita al cu-cú cu-cú (que no es el cucucurrucucu, más bien es un chiste local) y a un grupo de lectura donde como regalo de cumpleaños a mis compañeros les entregué una película relacionada con el libro que estamos analizando (me dio por dar regalos en lugar de recibirlos) y cenamos unos tacos y nos lanzamos temprano al Pare de Sufrir porque según eso se atasca, parece que es el lugar de moda porque la gente se desbordaba hasta afuera en la calle. Yo no había invitado a nadie y como el cumpleaños de mi hermana es al día siguiente del mío y ella se festejaría ahí, el pretexto era tener un lugar a donde ir. Algunos amigos se enteraron y avisaron a otros y así fue llegando un bandonón que era más numeroso que el de mi hermana y eso que la fiesta supuestamente era de ella. Yo solo había ido ahí en una ocasión y salí rebotando de pedo vomitando cacahuates con cáscara (quitada previamente) y mezcal de Juchipila (¡¡¡¡aguevo!!!!), la música que pusieron en esa ocasión eran cumbias mezcladas (lo bueno es que no me tocaron las cumbias villeras porque esas me maltripean) y yo creía que así era el cotorreo, medio rascuache kitch, pero ese día, después de unos chairos que enfadaron tocando La Bamba en un chingo de versiones (¿o eran diferentes canciones?) salió un bato que No es DJ y que se revienta con puras rolas del imaginario siempreendominguesco nacional, chale, al principio si me saqué de onda, pero conforme fueron consumiéndose los mezcales y las cervezas ya al rato todo el local gritaba a todo pulmón rolas que quien sabe de dónde nos sabíamos, a la conclusión que llegamos es que eran las rolas que ponían nuestras jefas o las gatas o las tías nacas que se quemaban todas las novelas cuando uno estaba morro y la neta se puso chingón el cotorreo, yo hasta agarré el micrófono para cantar una de Luis Miguel, la neta ya ni me acuerdo cual era.

El vienes tenía pensado irme de pedote con el Morsillo quien supuestamente vendría a la ciudad para la presentación de un libro de relatos del genero negro en la FIL y a darle difusión tapatía a su libro Edificio A, Departamento 69 ( al cual le quiero hincar el ojo desde endenantes que fuera publicado) pero el bato es Pu…ma y se pandió a última hora, en fin, sigue debiendo la visita. Así que fue noche tranquila de chelas y películas.

El sábado era la fecha de la reunión bloggera, la verdad yo me había hecho muchas expectativas, así que voy a soltar algunas impresiones aunque suenen reiterativas.

Por supuesto que hay una diferencia entre la persona que postea y la que uno es en la vida real, de hecho esa fue la razón por la que utilicé un seudónimo durante tantos años en este blog, quien lo escribía era un personaje, una especie de alter ego, e inclusive nunca fue la intención de que Guanatos City Rocks se convirtiera en un blog personal, muchas de las historias narradas aquí ni siquiera fueron reales. Pero de un tiempo para acá, cuando me decidí a poner una foto mía y firmar mis pachequiadas como Héctor Viramontes las cosas comenzaron a cambiar y quise mostrarme como soy, lo que pienso y por ende, ser más autentico, completamente honesto conmigo mismo. Me han dicho que ahí fue cuando todo comenzó a valer madre jejejejejejeje pero pues es mi culo de blog y aquí yo me cago como quiera, ya estaba cansado de tratar de hacerme el chistosito y escribir para complacer a los lectores y aparentar estar bien cuando realmente no lo estaba.

Por eso era importante para mí ese día, porque era una especie de quitarme la máscara, de enfrentar algunos demonios, de hacer las cosas de manera diferente, abrirme a hacer nuevos amigos y enfrentar esa puta timidez y vergüenza que tantos estragos me ha dejado, por eso me refiero al título de este post como el ir llenando las cosas de significado, todos estos eventos sumados a la fecha de mi cumpleaños hacen que los efectos negativos se anulen y que los acontecimientos adquieran una dimensión más grande que la que realmente tienen, el hacer las cosas con un propósito más allá del que tienen implícito.

No sé cual sea la impresión que les causé a aquellos que me conocieron personalmente ese día, creo que el tiempo no fue suficiente para platicar mejor, aunque las cosas que se dijeron estuvieron muy chingonas, sin embargo yo en mi mente tenía un chingo de cosas de qué platicarles y no sé, jajajajajajaja las cosas afortunadamente fueron diferentes a lo que había imaginado (en lo formal, porque en esencia creo que se cumplió con creces el objetivo). Yo resalto de todo esto las siguientes cosas, creo que el enfrentar las situaciones con una actitud positiva atrae cosas positivas; después de todas las broncas para darme cuenta del valor de la amistad, ahora valoro mas a mis amigos, que el dar desinteresadamente en lugar de nomás estar esperando recibir también está chingón, que hay un putamadral de gente allá afuera que es interesante y que vale la pena y que nos buscamos como imanes que se abren paso y que no se vale encerrarse en una puta burbuja de confort porque por estar a gusto uno se pierde de un friego de cosas chingonas, y pues básicamente el no dejarme vencer por miedos pendejos. Y la neta ya sé que suena trillado y mamón y hasta cursi pero lo que principalmente rescato es el hacer las cosas con el corazón.

Al día siguiente me desperté con ganas de regresar con todos los bloggers, como si todavía estuvieran ahí, físicamente y los tendría a mi completa disposición como puedo hacerlo cada vez que se me antoje con sus respectivos blogs.

Epilogo: Llevaba años festejándome solitariamente en la FIL, atascándome de libros robados y unos cuantos comprados. Este año no fui ningún día a la FIL y por ahí dicen que me perdí a Ozomatli y a los Lobos, por los demás, pinchi FIL es la misma chingaderas, libros igual de caros que en cualquier lado y un montón de gente que Finge que le Interesa Leer. Chingón por el Guffo y mis compas que en un esfuerzo (re)colectivo lograron un muy bien libro de Blogs del fin del mundo, que chingón la neta, a ver si el próximo año me animo a sacar el mío.