lunes, 25 de junio de 2007

Cambio de Administración

-El otro día en la oficina nos llamaron con el jefe para una reunión muy importante. Lo que ya todos sabíamos, con el cambio de administración a la mayoría de nosotros nos iban a correr.

-Pero eso ya todos la maliciaban ¿Qué no? Aunque no por eso deja de sentirse como una patada en el culo. El trabajo apesta, bien dicen que es tan desagradable que hasta te pagan por hacerlo

-Yo realicé mis actividades como cualquier otro día, ya sabes, platicar en el Messenger, porno (Kristina Blond), visitar blogs y la tradicional partida de fin de semana de Half-Life Deathmach. Les estaba pegando en su madre a los del quinto piso cuando a mi cubículo llegó Manuel ¿si lo conoces?

-Sí, simón.

-La mano derecha del Inge, venía a invítame para que los acompañara a una comida en uno de esos restaurantes campestres que están en las afueras de la ciudad, El Palomo, o la Canela, no me acuerdo cómo se llama el lugar.

-¿Y que pedo?

-Pues agüevo que acepté. Después de la noticia que nos habían dado pensé que era una especie de voto de confianza para que no me corrieran, o cuando menos acomodarme con el jefe donde le dieran un hueso para roer.

-Pues sí, ya otras veces te habían invitado con ellos, si me acuerdo. Pero ¿Qué onda? ¿Quiénes se van, o quienes se quedan?

-No guey, no sé. Siempre que he salido con el Inge voy callado todo el camino. Pues, ¿Qué chingados les platico? La verdad no supe por que razón era la comida, asuntos de poder seguramente, compra de favores o algo así por el estilo, lo usual, ya te imaginarás. Yo no conocía a nadie más que a Manuel y al Inge. Todas las demás personas parecían narcos; sombrerudos, con acento sinaloense y con una cara de rancheros que no podían con ella, pero pisteando botellas de las más caras, eso sí. Además, el restaurant estaba reservado solo para nosotros.

-Ahh… ¿Te caí?

-Afuera había puros carros chingones, Hummers, BMW y puros de esos.

-No, pues entonces yo creo que si eran narcos, pero qué ¿Estaban arreglando algún negocio con el Inge? ¿o qué?

-No creas, no sé. Nadie habló de negocios, ni de la oficina ni nada de eso. Estaba todo bien raro.

-¿Entonces de qué platicaban?

-Pues de pura peda, que si te los estas sirviendo bien bajitos y que tómale no te hagas pendejo y que esto y que lo otro y ¡salud!

-Pues, salud.

-Hasta eso que estuvo rico, porque yo pedí una arrachera con ensalada ( 150) y una Negra Modelo que no dejo de vaciarse hasta que me empancé y comencé a pegarle al Whisky.

-De cual.

-Buchanans.

-Al Inge no le gusta el Whisky. Ahora que acaba de pasar su cumpleaños le regalé una botella de Chivas y después Sandra (su secretaria) me dijo que mejor le hubiera dado una de Tequila, ya vez la gente de rancho pues.

-Pues sí, de hecho ellos pidieron una botella de Tequila (que terminó en tres) pero yo mejor le di a la de Whisky (Que se convirtió en dos).

-No mames, te querían poner pedo.

-Al principio me estaba aburriendo como cuico de banco, pero fui a recorrer el restaurant y se me antojó darme un toquesin en los columpios de uno de los muchos jardines que había por dondequiera. Al menos así, toda esa palabrería sin sentido me iba a resultar menos absurda, o me iba a valer madre aunque sea. Además la música era insoportable, un mariachi y un norteño que no se callaban en todo el rato, tocaban en cada una de las cabeceras de la mesa. Cuando terminaba uno de un lado, luego luego empezaba el otro del otro, sin parar mas que para complacernos con cualquier canción que se nos imaginara, por más ridícula que fuera.

-Simón, al mariachi le pedían que tocara “Pacas de a Kilo” y al norteño, no sé, “La Bikina”

-Ándale, ondas de esas. Salud.

-Salud.

-Y en salud nos la pasamos todo el tiempo y el Inge y Manuel seguían chingando que llevaba toda la tarde con el mismo trago y que no fuera joto y le bebiera y así no la pasamos. El alcohol no paraba de fluir y las pláticas eran confusas, todos estaban muy pedos y las voces se mezclaban en un remolino. Hasta me estoy mareando nomás de acordarme.

-Dale otro trago para que se te pase.

-Para ese entonces yo ya estaba más que pedo (pacheco también) y comencé a meterme poco a poco en las conversaciones. No se bien en qué punto la plática comenzó a volverse filosófica…

-En el punto pedo.

-Ya ves que casi todas las canciones rancheras hablan de que la vida no vale madre y que cuando alguien se muere, siempre quiere que lo entierren con el grupo norteño tocando y solo se va a llevar un puñado de zacate y puras de esas; y entonces quién sabe cómo fue que me puse a platicar sobre la vida después de la muerte y les expliqué mi teoría de la Tortillera Filosofa.

-No hay más allá.

-Y que si tenemos que hacer algo con nuestras vidas, el momento es ahora y no hay por qué esperar después de que te mueras para llegar a un paraíso que nomás no existe.

-La verdad yo no tengo ni idea de que hay después de la muerte, yo sí creo en el cielo y el infierno, pero no conozco a nadie que haya vivido para contarla.

-Pues quién sabe por qué, nadie me contradecía, y ya ves que el Inge es del partido de los mochilones. Al contrario, hasta me decían que era muy válida mi manera de pensar y les gustaría estar tan convencidos acerca de la vida como yo.

-O sea que les aplicaste la aburridora. Siempre platicas lo mismo, cabrón.

-Quién sabe cuanto tiempo estuve hable y hable, y cuando ya no tenía nada que decir, ya se habían acabado las botellas. El Inge estaba cayéndose de pedo, y Manuel también, y yo, todos pues. El problema era que Manuel iba a manejar de regreso y en el estado en el que andaba era probable que estuviéramos a punto de comprobar si mi teoría sobre la vida y la muerte era cierta. Además, el guey que pagó la cuenta (más de 15,000) vivía cerca de mi casa y se ofreció llevarme.

-Ya viste? Ese viejito hace hablar a su piano.

-Hazme caso guey, deja te sigo contando. Las luces de los carros que nos traían los valet parking´s brillaban bien cabrón en la oscuridad de la noche del estacionamiento. Yo me iba a regresar en una Hummer, pero el Inge, tambaleándose, llegó conmigo y me abrazó por el hombro, “tutevasconnosotros” me dijo, apenas podía hablar. Pero ellos me iban a dejar bien cerquita de mi casa y el Inge no dejaba de jalarme con él. Mientras trataba de explicarle todo esto, mi ride se enfadó de esperar y se largó. Sin soltarme, el Inge me llevó a la camioneta y me dio un abrazo muy apretado, de esos de pedo ya sabes. Ya estuvo que no me corren de la chamba, pensé, pero en eso, que pone su jeta enfrentito de la mía y se me quedaba viendo fijamente.

-¡Ahhhh!¡NO MAMES!

-Era una mirada extraña, así, opacada por el alcohol, no tenía brillo en los ojos y se me acercaba un chingo, pero en el último momento se desvió rosando sus cachetotes con los míos. “Ya Inge, ya vámonos”, gritó Manuel con la camioneta encendida. De regreso a Guadalajara, el Inge no dejaba de abrazarme, desvanecido sobre mi hombro, me acariciaba la piel por debajo de la playera. Al principio yo no hacía nada, estaba paralizado, sacadísimo de onda, sin saber que hacer, no sé, me sentía como una mujer acosada por su jefe, me cae que ya sé lo que sienten las pinches viejas. Pero me puse a pensar en que yo no soy la puta de nadie y entonces le quité la mano. Él, ni en cuenta. Seguía perdido en una tremenda borrachera. No dije ni una sola palabra en el resto del camino, bueno, solo para pedirle a Manuel que me regalara un trago del culo de Whisky que quedaba en una botella que se trajo entre la chamarra.

-Y que ¿te van a correr?

-Camarera, otra botella de Whisky por favor.



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APRESURATE A BAJARLO picándole la cola a la Branda Esparza, (pero abusado y no le vayas a picar en la cicatriz de la cesarea)

Está en pedeefe

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